Por TPS
Paniquearse (v. refl.):
Estado de descompostura emocional caracterizado por un estallido repentino de miedo tan grande que ni el “relax” del compa más zen logra aplacarlo. El sujeto en estado de pánico (o paniqueado) exhibe una reacción desproporcionada a la amenaza percibida, la cual puede ir desde una cucaracha que cruza la calle hasta escuchar un “tenemos que hablar” sin contexto previo. Es una respuesta 100% humana donde el drama y la adrenalina son protagonistas.
Características Diagnósticas:
Alteración fisiológica inmediata: Incluye palpitaciones, ojos como platos y manos sudadas, con movimientos erráticos dignos de alguien intentando esquivar fantasmas invisibles.
Sobrerreacción auditiva: Escucha sonidos cotidianos como si fueran señales de apocalipsis. Un claxon suena como una invasión alienígena.
Lenguaje corporal sobredimensionado: Gesticulaciones que podrían confundir a cualquier transeúnte, creyendo que el paniqueado está interpretando teatro callejero.
Fraseología de emergencia: Recurre a expresiones como “¡no manches!”, “¡nos lleva la que nos trajo!”, o “¡ya valió, ya valió!”, mientras su mente visualiza escenarios de película de desastre.
Ejemplo de conducta del paniqueado:
– Ver que en el semáforo amarillo el taxi acelera en lugar de frenar y entrar en modo "agárrense de algo, ya valimos".
– Encontrar una araña en el baño y correr como si fuera la protagonista de una película de terror serie B.
Diagnóstico Diferencial:
No debe confundirse con el “sacón de onda”, quien experimenta incomodidad pasajera, ni con el “paranoico proactivo”, que se prepara para lo peor sin perder la calma. El paniqueado es puro pánico, sin filtro ni lógica.
Tratamiento Sugerido:
La técnica más efectiva es repetir la frase “tranqui, tranqui, no pasa nada” mientras se le ofrece un vaso de agua o un abrazo opcional. Si el episodio ocurre en la vía pública, un “no te paniques, güey” suele tener efectos moderadores. Para casos graves, se recomienda distraerlo con memes de gatitos o comida.
Pronóstico:
El paniqueado, una vez superado el episodio, suele reírse de su reacción desproporcionada y minimizar el evento, solo para volver a paniquearse a la primera señal de alarma. Es un ciclo inofensivo pero altamente recurrente.
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