Por TPS
La frase "Me hace lo que el viento a Juárez" es una de las joyas más emblemáticas de la idiosincrasia mexicana. Se utiliza para expresar que algo complicado o adverso no afecta a quien lo dice, o al menos, quiere aparentar que así es. Su trasfondo histórico-cultural y su uso coloquial la convierten en un objeto fascinante para el análisis sociológico.
El origen del dicho tiene varias versiones. Una de ellas apunta a un episodio de la infancia de Benito Juárez, donde, según el libro Un indio zapoteco llamado Benito Juárez, de Fernando Benítez, el joven Juárez resistió un vendaval mientras otros niños huían, cimentando su imagen de resiliencia. Otra versión más icónica señala la estatua de Juárez en Tampico, que permaneció intacta durante un huracán, mientras todo a su alrededor fue devastado. Estos relatos refuerzan la idea de Juárez como un símbolo de fortaleza frente a la adversidad.
En la práctica, esta frase es una declaración de autosuficiencia casi teatral. Imagina al ciudadano promedio, enfrentando el caos del tráfico o los problemas laborales, y despachándolos con un desdén casi poético: "Me hace lo que el viento a Juárez". Esta actitud es un reflejo de la resistencia característica de los mexicanos, quienes, como Juárez, se plantan firmes ante las tormentas, reales o metafóricas.
Podríamos decir que esta frase es la personificación lingüística de la "cultura del aguante". Es un ejemplo de que, en un mundo donde los problemas soplan con furia, lo importante es mantener el peinado en su lugar. En ese sentido, la frase también lleva un matiz de ironía y humor, pues no siempre es verdad que algo nos "hace lo que el viento a Juárez", pero qué mejor forma de enfrentarlo que con esta declaración de invulnerabilidad casi heroica.
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