Por El Perrochinelo
Ahí te va mi rollo sobre las transas judiciales para destituir gobiernos legítimos, hoy voy a hablarles sobre las mañas que las élites se han aventado con su “lawfare”, ese método ya refinado y apadrinado por las más altas “autoridades” judiciales para darle chicharrón a gobiernos legítimos que no les besan los pies. Y a ver, eso de lawfare no es otra cosa que agarrar la justicia como ariete pa’ tumbar gobiernos progresistas, disfrazando berrinches de “legalidad” y “defensa institucional” cuando en realidad el único que queda defendido es el que tiene lana y poder.
Miren, los que se sienten las divinas garzas son igualitos en toda Latinoamérica. Resulta que a muchos les empieza a apestar la idea de que el presidente en turno no juega para sus intereses. Que si el tipo o tipa andan con planes de hacer programas sociales para los menos favorecidos, cobrar más impuestos a las grandes empresas, o simplemente empieza a exigir que los dueños del changarro paguen lo que deben, ¡tómala! Ahí tienes a la justicia pronta y expedita para procesarlo con cualquier excusa que se les ocurra.
Pongamos el ejemplo de nuestro compa Petro, presidente en Colombia, quien llegó al poder prometiendo una agenda social: menos privilegios para los de siempre y más beneficios pa’ los que siempre han estado en la banca. Pero ahí es donde la corte colombiana, ni tonta ni perezosa, sacó las uñas y empezó a tumbar reformas con cualquier tecnicismo que encontraran, que si no cumplió con el trámite, que si no había análisis fiscal suficiente, que si de plano era un disparate (según ellos) meter impuestos a las petroleras. Para acabar pronto, le deshicieron la reforma tributaria y hasta la idea de crear un Ministerio de Igualdad, todo porque, claro, había riesgo de “dañar” a los mismos a los que nunca les toca la crisis .
Pero esto no es exclusiva de Colombia. En Argentina, cuando Cristina Fernández estaba al frente, las acusaciones de corrupción le caían como piñata de barrio. En cambio, cuando Macri tuvo sus propios escándalos con sociedades offshore, la justicia nomás se hizo la desentendida. ¿Casualidad? No, compadre. El que paga manda, y en este caso, las cortes siempre van con el que sabe negociar.
Ya con esto de cómo se maneja el tinglado, ¿quién no va a pensar que la ley es solo una excusa pa’ tumbar al que les estorbe? Ahí está el truco del lawfare: judicializan la política con escándalos, suspensiones, y procedimientos a veces hasta risibles, solo para mandar al diablo el mandato de las urnas. Así, aunque el votante piense que ya se libró de las élites, ellas le regresan el gancho con el “orden judicial”, como lo que intento acá en México la tremenda corte de injusticia.
¿Y cómo frenamos este jueguito? Bueno, la verdad, la solución no es fácil porque la ley y el poder judicial están tan amarrados al servicio de los mismos grupos que todo se vuelve una trampa. Al final, el lawfare sigue siendo la misma cantaleta de siempre: un disfraz para mantener el poder donde siempre ha estado. El chiste aquí es que, al menos, no nos vendan esto como si fuera justicia.
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