Catrina garbancera. José Guadalupe Posada. 1912
Por Félix Ayurnamat
José Guadalupe Posada es, uno de los artistas que le dieron forma al arte mexicano del siglo XX, y su obra aún esta presente en la memoria colectiva por su capacidad de captar las inquietudes, los miedos y las esperanzas del pueblo. A lo largo de su vida, Posada fue un cronista visual de la sociedad mexicana de finales del siglo XIX y principios del XX, y su trabajo como grabador y caricaturista ha quedado profundamente ligado a nuestra cultura visual, especialmente por sus famosas representaciones de calaveras. Sin embargo, limitar su legado solo a estas imágenes sería una lectura simplista, pues su arte es también un testimonio de las tensiones sociales y políticas de su tiempo.
Posada nació en 1852 en Aguascalientes, en una época en la que México atravesaba conflictos internos graves, no solo en el ámbito político, sino también en lo social. Desde joven mostró una habilidad notable para el dibujo, lo que lo llevó a aprender el oficio del grabado. En sus inicios, colaboró en periódicos locales y realizó litografías, pero fue su traslado a la Ciudad de México lo que consolidó su carrera. Trabajando en la capital, Posada encontró un terreno fértil para desarrollar su obra, influenciada tanto por el pulso de la ciudad como por los eventos que marcaron la historia nacional.
Uno de los aspectos más fascinantes de la obra de Posada es cómo logró conectar con el sentir popular. Sus grabados, frecuentemente publicados en hojas volantes o en periódicos de bajo costo, eran accesibles para un amplio sector de la población. En ellos, Posada representaba escenas de la vida cotidiana, pero también comentarios mordaces sobre los acontecimientos políticos y sociales. A través de su trazo, ofrecía una visión crítica de las figuras del poder, pero siempre desde una perspectiva cercana a la gente común. En este sentido, su obra puede ser vista como un precursor del arte que más tarde se desarrollaría en el muralismo mexicano, especialmente por su enfoque en las luchas y realidades del pueblo.
Al hablar de Posada, es inevitable no hablar de sus calaveras, las cuales se han convertido en un símbolo icónico de la identidad mexicana, especialmente en el contexto del Día de Muertos. La más famosa de todas, La Catrina, es un excelente ejemplo de cómo Posada empleaba el humor y la ironía para abordar temas tan complejos como la muerte y la desigualdad social. La Catrina, una figura femenina elegantemente vestida con un sombrero francés, es una crítica a las clases altas de la época por su afán de imitar las modas europeas, olvidando sus raíces mexicanas. A través de esta imagen, Posada no solo satiriza a la élite, sino que también nos muestra una verdad más profunda y universal: ante la muerte, todos somos iguales.
Lo que me parece interesante es cómo Posada utiliza la muerte no como un tema macabro, sino como una herramienta para reflexionar sobre la vida y las injusticias sociales. Sus calaveras son, de hecho, una especie de espejo en el que la sociedad mexicana se ve reflejada, y en este sentido, Posada se convierte en un cronista de su tiempo. Al igual que Francisco Goya en España, quien con su serie de grabados Los desastres de la guerra mostró las brutalidades de su época, Posada utiliza el grabado para criticar las condiciones de vida del México porfiriano, las desigualdades y las luchas del pueblo.
En lo personal, siempre he sentido una gran admiración por la manera en que Posada lograba combinar lo popular con lo profundamente crítico. Su obra no solo tiene valor estético, sino también un contenido ético que nos invita a cuestionar el sistema en el que vivimos. Además, su habilidad para trabajar con la técnica del grabado, una forma de arte que requiere gran destreza manual, demuestra un dominio impresionante de su oficio. El uso de la técnica le permitió reproducir sus imágenes en grandes cantidades, asegurando que su mensaje llegara a una audiencia amplia.
Si bien su trabajo es inseparable de la política y las tensiones sociales de su tiempo, también es cierto que Posada es un artista que trasciende su época. Su influencia es evidente en las generaciones posteriores de artistas, particularmente en los muralistas como Diego Rivera, quien reconoció abiertamente la deuda que tenía con Posada. En el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda, Rivera coloca a La Catrina al centro de su composición, como un homenaje a quien consideraba uno de los grandes maestros de la gráfica mexicana.
El trabajo de Posada no solo representa un puente entre lo popular y lo académico, sino también nos muestra cómo el arte puede ser un medio para la transformación social. A través de su obra, aprendemos que el arte no solo debe ser contemplativo, sino también una herramienta para la crítica y la reflexión. ¿Hasta qué punto, entonces, los artistas contemporáneos somos capaces de retomar esta tradición crítica en nuestros propios trabajos? Es una pregunta que vale la pena considerar, especialmente en un mundo donde las desigualdades que Posada retrató siguen vigentes.
José Guadalupe Posada nos dejó una herencia que va más allá de las imágenes de la muerte. Su trabajo es un testimonio de la capacidad del arte para conectar con las preocupaciones del pueblo y para cuestionar las estructuras de poder.
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