Por Centro de estudios Forteanos
El Día de los Muertos es mucho más que una celebración para recordar a los seres queridos; es una manifestación cultural profundamente enraizada en la historia, identidad y prácticas simbólicas de los mexicanos, con implicaciones sociales y materiales que refuerzan la cohesión y la memoria colectiva.
Esta festividad cumple varias funciones sociales. Primero, fortalece los lazos comunitarios al reunir a las personas en rituales colectivos que perpetúan un sentido de pertenencia. La creación de altares, las ofrendas, la preparación de alimentos y la ornamentación de los panteones requieren de colaboración comunitaria y familiar, prácticas que reafirman la solidaridad social y la identidad grupal.
Simultáneamente, el Día de los Muertos permite la negociación y reinterpretación de la muerte, que en México se entiende no como una ruptura definitiva, sino como una transición. Esta percepción se entrelaza con elementos del sincretismo religioso y la cosmovisión prehispánica, donde la muerte no significa la desaparición, sino un cambio de estado, un viaje al Mictlán o la integración en otros mundos espirituales. La festividad, así, permite a los mexicanos enfrentar y reencuadrar la muerte con un enfoque de aceptación y normalización, disminuyendo el temor individual hacia el fin de la vida y estableciendo una relación de proximidad con los ancestros.
En el plano simbólico, los altares y ofrendas representan un puente entre los mundos material y espiritual. Cada elemento (desde el pan de muerto hasta las flores de cempasúchil y las veladoras) tiene una función específica y cargada de significado; los alimentos simbolizan la gratitud y la unión familiar, mientras que el papel picado, las velas y el incienso expresan la transición entre dimensiones. En este sentido, el Día de los Muertos no sólo es un homenaje a los fallecidos, sino un proceso de reafirmación de la identidad cultural y de pertenencia, en el cual el mexicano encuentra su lugar dentro de una red ancestral de memoria.
Finalmente, la festividad promueve una forma de resistencia cultural. Frente a la homogeneización cultural y la globalización, el Día de los Muertos resiste la erosión de las tradiciones autóctonas, visibilizando y preservando prácticas que, al desafiar la visión hegemónica de la muerte, cuestionan y contrastan con visiones occidentales de individualismo y olvido. El Día de los Muertos en México es tanto un evento material y simbólico como un acto social y político que asegura la continuidad de una cosmovisión rica y distintiva, reflejando la resistencia, adaptabilidad y fortaleza de la cultura mexicana.
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