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Coatlicue. Cultura mexica. |
Por Felix Ayurnamat
La escultura mexica, en su monumentalidad y detalle, nos ofrece un testimonio profundo de una civilización que, con gran maestría, logró capturar la esencia del universo en piedra. Al contemplar sus obras, siento que me encuentro ante una expresión tangible del cosmos, donde cada forma y símbolo es un reflejo de las creencias, los miedos y las esperanzas de un pueblo que veía en lo divino una fuerza omnipresente.
Una de las obras que siempre me impresiona es la Coatlicue, la "madre de todos los dioses". Esta imponente figura, con su falda de serpientes entrelazadas y pies convertidos en garras, nos muestra la dualidad inherente a la vida y la muerte. La Coatlicue no es solo una deidad de la fertilidad, sino también una representación de la naturaleza destructiva de la existencia. De su torso decapitado, donde emergen dos serpientes enfrentadas, se puede leer la idea de la muerte como una transición hacia otra forma de vida. Es aquí donde la escultura mexica trasciende lo meramente estético para adentrarse en lo filosófico.
Al analizar las esculturas mexicas, me doy cuenta de que sus artistas no solo buscaban representar a sus dioses, sino que aspiraban a capturar la esencia misma del tiempo y la creación. Pienso en la piedra del sol, que, más que un simple registro del paso de los días es un mapa cósmico que ordena el caos del mundo. En él, la escultura se convierte en un instrumento de poder, un medio para entender y controlar las fuerzas del universo.
Sin embargo, me pregunto, ¿cómo podemos los artistas actuales, en nuestra sociedad contemporánea, reconectar con estas visiones trascendentales? Tal vez el primer paso sea aprender a mirar más allá de lo material y lo inmediato, a apreciar el simbolismo y la cosmovisión que habita en cada una de estas obras. Al hacerlo, no solo honramos a los artistas que nos antecedieron, sino que también nos abrimos a una comprensión más profunda de nuestra propia humanidad.
Sin embargo, me pregunto, ¿cómo podemos los artistas actuales, en nuestra sociedad contemporánea, reconectar con estas visiones trascendentales? Tal vez el primer paso sea aprender a mirar más allá de lo material y lo inmediato, a apreciar el simbolismo y la cosmovisión que habita en cada una de estas obras. Al hacerlo, no solo honramos a los artistas que nos antecedieron, sino que también nos abrimos a una comprensión más profunda de nuestra propia humanidad.
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