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Lola Álvarez Bravo. "Unos soben y otros bajan" c. 1940 |
Por Félix Ayurnamat
Lola Álvarez Bravo, una figura esencial en la historia de la fotografía mexicana, es recordada no solo por su capacidad técnica, sino por su sensibilidad al capturar la esencia del México profundo. Su obra nos muestra un país que está desapareciendo en el tiempo, pero que, a través de su lente, se conserva vivo, vibrante, auténtico.
Nacida en 1907, Lola se desarrolló en un entorno culturalmente rico, inmersa en el vibrante mundo artístico del México posrevolucionario. Su trabajo comenzó en la sombra de su esposo, el también fotógrafo Manuel Álvarez Bravo, pero pronto encontró su propio camino creativo. Sus imágenes no solo documentan, sino que narran, cuentan historias de lucha, de vida, de resistencia.
Lola no solo fue una observadora, sino una participante activa en la escena cultural mexicana. En 1951, abrió su propia galería en la Ciudad de México, donde ofreció a sus contemporáneos una plataforma para mostrar sus trabajos, incluyendo la única exposición en vida de Frida Kahlo en su tierra natal. Su relación con Kahlo, inmortalizada en retratos que trascienden la simple amistad, es un testimonio de la importancia de Lola en la modernidad mexicana, donde sus fotos no solo documentan figuras, sino que las mitifican.
Sus imágenes, hoy icónicas, no solo capturan momentos efímeros, sino que los elevan a un nivel casi poético, ofreciendo una ventana íntima a las transformaciones sociales y políticas de su tiempo.
Lola es más que una fotógrafa; es una cronista visual de la historia de México.
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