4 de febrero 2024
Querido Félix
Te escribo desde lo que será el epicentro del circo emocional que es la oficina en el "Día del Amor y la Amistad". Sí, esa fecha en la que la hipocresía florece como las malas hierbas en un jardín descuidado y todos actúan como si fueran los protagonistas de una telenovela barata.
Comencemos con la falsa camaradería en la oficina. Todos de repente son mejores amigos y se saludan con sonrisas que podrían iluminar la oscuridad del espacio exterior. ¿Amor y amistad? Más bien parece una competencia por ver quién puede actuar mejor que Meryl Streep en los Oscar. La oficina se convierte en un escenario de abrazos incómodos, chocolates de segunda y tarjetas cursis que ni siquiera pasan el corte de lo kitsch.
Las expresiones de amor y amistad se vuelven tan forzadas que parecen sacadas de un manual de "Cómo ser cursi sin morir de vergüenza". Tarjetas llenas de corazones, globos rosados y mensajes empalagosos que harían vomitar a Cupido. ¿Quién necesita el amor cuando puedes tener una tarjeta de felicitación con un oso de peluche sonriente y una frase hortera?
Por supuesto, no puedo dejar de mencionar las declaraciones de amor públicas en la oficina. Algunos valientes deciden profesar su amor a plena luz del día, frente a todos los colegas, como si estuvieran protagonizando una escena de una comedia romántica. Pero, en realidad, la audiencia está más interesada en si habrá palomitas de maíz gratis o si pueden escapar a la cafetería antes de que comience el espectáculo.
Y luego están esos regalos de "amistad" que recibes de compañeros que apenas conoces. Un paquete de caramelos en forma de corazón y una tarjeta genérica con un mensaje que podría haber sido escrito por un chatbot apagado. ¿Realmente creen que este gesto forzado de generosidad cambiará la dinámica de nuestra relación laboral? Lo dudo.
Están también esos compañeros que intentan hacer que el día sea "especial" organizando encuentros furtivos en moteles de mala muerte. Sí, porque nada dice "te amo" como un cuarto oscuro con sábanas manchadas y una lámpara que parpadea como si estuviera a punto de dar su último aliento. La combinación perfecta entre el romanticismo y el riesgo de contraer alguna enfermedad desconocida.
Ah, pero no olvidemos los encuentros clandestinos en el elevador. Ese espacio tan íntimo y privado donde las miradas lujuriosas se cruzan y las manos inquietas buscan algún rincón oscuro para explorar. ¿Qué mejor manera de celebrar el amor y la amistad que con un coqueteo incómodo entre pisos?
En el ambiente flota una extraña mezcla de tensión sexual y desesperación por encontrar al compañero de elevador adecuado. Es como una versión decadente de "La Cenicienta", donde en lugar de un zapato de cristal, la prueba es si puedes aguantar una conversación trivial durante el trayecto de tres pisos. Spoiler: la mayoría falla miserablemente.
En fin, el Día del Amor y la Amistad en la oficina es como una comedia absurda con malos actores y un guion predecible. Todos pretenden ser expertos en el arte del romance mientras yo me sumerjo en mi escritorio, tratando de evitar las miradas cargadas de intenciones dudosas y las muestras de afecto desesperadas.
Espero que este día tan “especial” pase rápido y podamos volver a la normalidad de la indiferencia laboral.
Con mi usual falta de entusiasmo festivo
Rebeca Jiménez
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