Por Félix Ayurnamat
4 de febrero 2024
En el ámbito del arte contemporáneo, se ha observado un fenómeno que cuestiona la esencia misma de la expresión creativa: El arte mercantil, un objeto mal llamado arte, concebido exclusivamente con fines especulativos. Este tipo de arte, que se caracteriza por su falta de humanidad y complejidad, se aleja de las función comunicativa, quienes defienden el arte como una forma de interpretación subjetiva y liberación cultural. En este texto, expongo cómo el arte mercantil se opone a los planteamientos esenciales y sobre la necesidad de recuperar el arte como una experiencia humana auténtica y profunda.
En primer lugar, el arte es una forma de interpretación subjetiva que no busca la verdad objetiva, sino la multiplicidad de significados. Sin embargo, el arte mercantil especulativo se ve atrapado en la superficialidad, cayendo en la creación obvia y simplista. Las obras se convierten en meros objetos de inversión, desprovistos de la profundidad y la conexión emocional que deberían inspirar.
En segundo lugar, desde su perspectiva de liberación del arte, argumentaría que este tipo de arte, al estar orientado exclusivamente hacia la especulación, perpetúa las desigualdades en el acceso a la cultura. En lugar de ser una herramienta para la emancipación, estas creaciones se convierten en juguetes de élites financieras, excluyendo a aquellos que podrían encontrar significado y resonancia en expresiones artísticas más auténticas.
Finalmente. La falta de humanidad en el arte mercantil se manifiesta en la ausencia de una conexión real entre el creador y el espectador. Las obras se convierten en productos diseñados para atraer a coleccionistas y galerías de renombre, dejando de lado la autenticidad y la expresión genuina. En lugar de provocar reflexiones y emociones, estas piezas se reducen a objetos carentes de alma. La complejidad, elemento esencial en la creación artística, también se ve comprometida en este tipo de expresiones. La simplificación excesiva, la falta de exploración conceptual y la repetición de fórmulas preestablecidas caracterizan al mal arte contemporáneo. En lugar de desafiar las percepciones y abrir nuevos horizontes, estas obras se conforman con clichés y fórmulas predecibles. Un ejemplo de esta tendencia es la proliferación de obras que buscan simplemente sorprender por su extravagancia visual o conceptual, sin aportar profundidad o provocar reflexiones sustanciales. Estas creaciones efímeras carecen de la durabilidad que caracteriza a las grandes obras de arte y se desvanecen rápidamente en la vorágine de las tendencias pasajeras.
El arte mercantil, gestado con fines especulativos, se distancia de las visiones humanas. Este fenómeno, desprovisto de humanidad y complejidad, se convierte en un reflejo de las distorsiones del mercado artístico actual, donde la autenticidad y la conexión emocional son sacrificadas en aras de la especulación financiera. La necesidad imperante es volver a colocar el arte en el centro de la experiencia humana, liberándolo de las cadenas de la especulación y permitiendo que recupere su verdadera función como agente de expresión, reflexión y conexión cultural.
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