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La crónica del día: El fin de año


México, CDMX a 7 de enero 2024

¡Querido Félix, felix año!

Espero que esta carta te encuentre a salvo del contagioso entusiasmo de las festividades y de la gripe.  Yo estoy lista para compartir contigo nuevamente mis experiencias del día a día, en está ocasión te contare sobre la última reunión de Año Nuevo con la familia. Sí, esa ocasión en la que te ves obligado a convivir con primos "exitosos", parejas "bien casadas" y una tía que podría criticar la elección de tu cepillo de dientes si le dieras la oportunidad.

La jornada comenzó con la típica llegada puntual de todos los parientes que, según ellos, llevan vidas perfectas. Primero, aparecieron los primos que ya tienen todo: perro, casa, hijos, probablemente hasta una hipoteca y un seguro dental. Mientras tanto, yo sigo lidiando con la vida de alquiler y mi relación a largo plazo con la pizza a domicilio.

El olor a "éxito" llenó la sala cuando entraron, con sus sonrisas brillantes y sus historias de cómo su golden retriever aprendió a dar la pata antes de cumplir seis meses. ¡Maravilloso! Mi mayor logro del año pasado fue aprender a ignorar las llamadas de los números desconocidos.

Y luego, está esa tía. La que siempre tiene un comentario sobre todo. Desde mi elección de carrera hasta mi elección de cena. ¿Cuándo aprenderá que no necesito su aprobación para vivir mi vida? Pero no, ahí está, con su mirada crítica y sus preguntas inquisitivas sobre mi progreso en la vida. Quiero decir, ¿quién necesita un terapeuta cuando tienes a la tía Regina?

La cena fue otra odisea. Todos sentados alrededor de la mesa, compartiendo historias de sus éxitos laborales y los logros de sus hijos. Mientras tanto, yo trataba de recordar cuándo fue la última vez que mi mayor logro fue algo más que encontrar calcetines que coincidan en la mañana.

La tía Regina aprovechó la ocasión para señalar la falta de "estabilidad" en mi vida. Sí, porque tener un trabajo estable y una casa propia es la clave de la felicidad, según su manual anticuado de éxito. Mientras escuchaba sus consejos, no pude evitar preguntarme cuándo se convirtió en la CEO no solicitada de mi existencia.

La conversación no mejoró cuando el primo Víctor decidió compartir sus teorías sobre la economía global. ¿De verdad necesitamos discutir la política monetaria en la mesa de Año Nuevo? ¿No podríamos simplemente hablar de algo menos deprimente, como los últimos memes virales o la última serie de televisión adictiva?

Y, por supuesto, llegó el momento del brindis. Todos alzaron sus copas por el nuevo año, por el éxito, por la salud, por el amor. Mientras tanto, yo contemplaba mi copa de vino de dudosa procedencia con la misma intensidad que alguien que mira fijamente un semáforo esperando que cambie a verde.

El primo exitoso hizo un brindis por "la prosperidad y la abundancia que nos espera en el futuro". Genial. ¿Alguien le podría decir que ya estaría contenta con un año en el que no tenga que explicar a todos por qué mi vida no sigue el guion de la típica comedia romántica?

Después de la cena, traté de esquivar las conversaciones tediosas sobre inversiones inmobiliarias y planes de jubilación. Me refugié en un rincón estratégico, pero la tía Regina me encontró de todos modos. ¿Cómo es posible que tenga la habilidad de materializarse exactamente donde no quiero que esté?

Finalmente, llegó la cuenta regresiva para el nuevo año. Fuegos artificiales, abrazos falsos y el clásico "Feliz Año Nuevo". Y entonces, todos desaparecieron en la bruma de los abrazos familiares y los propósitos de Año Nuevo que probablemente no cumplirán.

Terminó, Félix. La fiesta de Año Nuevo con la familia, ese evento anual en el que te preguntas por qué no te mudaste a otro continente cuando tenías la oportunidad. Pero, en fin, sobreviví una vez más, y ahora puedo enfrentar el nuevo año con la misma dosis de sarcasmo y cinismo que siempre me ha caracterizado.

Que este año nuevo nos traiga menos reuniones familiares y más días en los que podamos ignorar las expectativas de la sociedad sin ser juzgados.

Me despido con mi usual falta de entusiasmo festivo

Rebeca Jiménez

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