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La envidia. 2017. Félix Ayurnamat |
CDMX a 15 de octubre 2023
Querido Félix
Permíteme dedicar en esta ocasión un tiempo, que valoro más que cualquier otro cosa en este mundo, para platicarte de un fenómeno humano tan intrigante como cotidiano: la envidia. Sí, esa emoción tan amarga que inunda el corazón de aquellos que no pueden soportar que alguien más esté disfrutando de una taza de café ligeramente más grande o de unas vacaciones en un lugar que ni siquiera saben ubicar en el mapa.
Oh, la envidia, ese sentimiento que convierte a los seres humanos en expertos detectives, siempre escudriñando las redes sociales en busca de pruebas de que alguien, en algún lugar, está disfrutando de la vida un poquito más que ellos. Los envidiosos son los Sherlock Holmes de la desgracia ajena, con lupa en mano, buscando pistas de que alguien ha tenido el atrevimiento de adquirir una nueva mascota, un auto nuevo o incluso un corte de pelo ligeramente más elegante.
No importa si el objeto de su envidia es un vecino, un compañero de trabajo o un perfecto extraño en internet; la envidia es una fuerza que los consume desde lo más profundo de su ser. Y, oh, cómo disfrutan sufrir en silencio mientras miran fotos de cenas exquisitas en restaurantes caros o de destinos exóticos, y se preguntan por qué no pueden ser ellos quienes llenen sus estómagos y pasaportes con alegría.
Pero, querido Félix, no deberíamos ser tan crueles con los envidiosos. Después de todo, su insatisfacción es un regalo para la humanidad, un recordatorio constante de que la vida es injusta y que solo unos pocos elegidos tienen la fortuna de vivir experiencias fabulosas mientras el resto de nosotros luchamos por no quemar el agua para el café.
Así que, alabemos a los envidiosos, esos expertos en el arte de encontrar defectos en la felicidad ajena. Sin ellos, ¿cómo podríamos apreciar plenamente nuestras modestas alegrías cotidianas? Después de todo, no hay nada como disfrutar de un humilde sándwich de jamón mientras sabemos que en algún lugar, alguien está mordiendo con envidia su suntuosa langosta en un restaurante costoso.
Con el más envidioso de mis saludos
Rebeca Jiménez
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